Aprendí, que aún en las circunstancias más adversa, puedo elegir. Que soy yo la única artífice de mi destino, no existe ni la suerte ni las casualidades, solo el trabajo duro, y la fuerza de enfrentar a cada día, con lo que éste trae.
Aprendí, que aunque el miedo te paralice, aún así estás tomando una decisión, que es la de evitar a lo que le tememos. Que nuestra vida, no es otra cosa, que la consecuencia, de las decisiones tomadas , y a lo mejor, no siempre tome la decisión correcta, pero la tome, ya que Dios me dio, libre albedrío para elegir, el no tiene la culpa de lo que me pasa.
Aprendí a revisar aquellas decisiones mal tomadas, y a entender, que era lo mejor que podía hacer en ese momento. Pero hoy, hoy puedo cambiar esa decisión.
Aprendí, que el timón de mi vida esta en mis manos, y no de la suerte o del cielo. Que Dios me ayuda y me cuida, pero la decisión de que camino tomare es mía.
Aprendí a no llorar, sobre lo que ya no puedo modificar. A no enojarme y llenarme de energías negativas.
La vida es como un bumerang, todo lo que a ella le damos, nos regresa, si alguien nos lastimó, ya no me lleno de venganza y de odio. Como dice el refrán: “Siéntate en el cordón de la vereda, tarde o temprano, verás pasar el cadáver de tu enemigo”.
Aprendí, que la verdadera justicia, viene de arriba, y que la justicia del hombre, es imperfecta, porque el hombre en si es imperfecto.
Hoy reviso, cada decisión que he tomado, y si la decisión que tome no fue la mejor para mi, pues vuelvo a elegir, pero aprendiendo de mis errores.
Quizás a esto se le llame, madurez, quizás solo sea una forma de ver las cosas...
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